miércoles, 31 de agosto de 2016

¡LA GRAN PRIMER OBRA!


Tras el accidente de 1925, Frida Kahlo se vio obligada a pasar largas temporadas postrada en su cama. Su madre, en un afán de buscar una distracción que le hiciera tolerable la convalecencia, le proporcionó un caballete portátil y un estuche de pinturas, con las que comenzó a realizar dibujos y retratos de personas cercanas a ella.

La primera obra que pintó fue el Autorretrato con vestido de terciopelo, que realizó en 1926 como un regalo para su entonces novio Alejandro Gómez Arias. Al reverso, Frida escribió: “Hoy es siempre todavía”. Esta obra tiene un estilo similar a otro de los primeros retratos que realizó, el de Alicia Galant, una de sus amigas y vecinas de Coyoacán. Frida la pintó en el interior de una habitación, sentada en un sillón, totalmente erguida. Esta pose estilizada recuerda los cuadros de Sandro Boticelli, que tanto le gustaban, y que eran su referencia artística más cercana. En el retrato predominan los colores y tonos oscuros, por lo que es difícil visualizar donde acaba el espacio interno y donde comienza el externo. La luz en la pintura proviene del rostro de la modelo, cuya mirada elude al espectador. A través de una ventana -que no vemos- se observa un paisaje nocturno, en el que la joven pintora incluyó vegetación y dos estrellas en el firmamento. Seguramente una vez terminada la pintura fue del agrado de su creadora, en tal medida que decidió anotar en el anverso de la misma una leyenda que le permite asumirse como pintora:


“Mi primera obra de arte, Frida Kahlo 1927”.

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